Las Ciudades Privadas Son un Experimento Necesario

La parte de arriba hacia abajo es la del gobierno y supervisa la provisión de infraestructuras centrales como carreteras y alcantarillas. La parte de abajo hacia arriba es basada en el mercado, en el trabajo de millones de actores privados.

Los americanos con mentalidad de libertad raras veces se sienten cómodos con la parte de arriba hacia abajo. En el mejor de los casos, ella representa un monopolio politizado e ineficiente. En el peor, regula en exceso y ahoga el ingenio de la parte de abajo hacia arriba. Excelentes ejemplos son abundantes dentro de las burocracias de planificación que redactan códigos de zonificación exhaustivos y los departamentos de transporte que impiden que el tránsito privado utilice el derecho de paso.

La sustitución de estos sistemas de arriba hacia abajo por otros privatizados podría parecer radical para la gente porque esto es algo inusual – las ciudades de todo el mundo siguen siendo entidades públicas con servicios públicos en su abrumadora mayoría. El sector privado sólo puede funcionar, según se piensa, porque las grandes entidades del gobierno le proporcionan la infraestructura.

Algunos pensadores de vanguardia están desafiando esta idea, ofreciendo modelos privados o semiprivados pensados para garantizar la libertad económica y personal mejor que los gobiernos municipales.

Ciudades Privadas Hipotéticas

Muchos modelos alternativos distintos podrían, de modo aproximado, encajarse en la definición de “ciudad privada”. Una fundación llamada Startup Societies aboga por algunos de ellos, como las zonas económicas especiales (ZEE), los microestados, las ciudades marítimas y las eco-aldeas. El concepto de “charter cities”, del que fue pionero el economista Paul Romer, de la Universidad de Nueva York, es otro ejemplo popular.

La idea por detrás de estos modelos es dejar que ciertos territorios sean tallados y queden exentos de las normas de las jurisdicciones que les circundan. De esa manera, pueden experimentar con la autonomía, manteniendo la gobernanza democrática, pero impulsando una mayor liberalización.

Una versión más explícitamente privada es la de Titus Gebel, que dirige la página web Free Private Cities. Como dice la descripción de su libro en Amazon.com:

Imagine un sistema en el que una empresa privada le ofrece la protección de la vida, la libertad y la propiedad como un “proveedor de servicios del gobierno”. Este servicio incluye la seguridad interna y externa, un marco legal y reglamentario, y la resolución independiente de conflictos. Usted paga una tarifa contractual anual fija por estos servicios. El proveedor de servicios del gobierno, como gestor de la comunidad, no puede cambiar unilateralmente este “contrato de ciudadanos” con usted más adelante. Como “ciudadano contratador”, usted tiene que cumplir con algunas demandas judiciales y también tienen derecho a reclamar por daños y perjuicios en caso de que el proveedor no cumpla con su parte.

Las disputas entre usted y el proveedor de servicios del gobierno son juzgadas en tribunales de arbitraje independientes, como es habitual en el derecho comercial internacional. Si el operador ignora dichos laudos arbitrales o abusa de su poder de otra manera, sus clientes se van y él se va a la bancarrota.

Esto suena como una de esas antiguas ciudades de compañías en EE.UU., pero menos dictatorial. La compañía de gestión se especializa en la prestación de servicios y enfrenta problemas legales y financieros si fracasa en hacerlo. Mientras tanto, a los que viven en la ciudad se les concede libertad y seguridad, siempre y cuando no atenten contra los demás. Suena como un paradigma hipercapitalista, aunque la propia organización afirma que no existen verdaderos ejemplos de una Ciudad Privada Libre.

Ciudades Privadas Reales

Hay ciudades que se encajan en una definición menos extrema de “privadas”.

Las más famosas son las ciudades-estado, como Hong Kong y Singapur, o las áreas designadas de crecimiento dentro de los países, como Shenzhen o Dubai. Ellas suelen tener gobiernos tradicionales, y muchos elementos de sus sistemas son socialistas, pero todas ellas reflejan una versión más privatizada del desarrollo urbano.

Al garantizar una gran libertad económica mediante bajos impuestos, menos regulaciones y una burocracia optimizada, estas ciudades casi siempre se convierten en refugios para la actividad empresarial y la entrada de capital.

Curiosamente, ellas han visto un desarrollo rápido y altamente vertical, lo que nos recuerda de la prosperidad y el urbanismo que resultan del modelo liberalizado.

Otras ciudades del mundo tienen un sistema cada vez más privatizado pero son más pequeñas y menos conocidas. Los Estados Unidos tienen muchos ejemplos. Reston, VA, e Irvine, CA son comunidades propietarias que tienen gobiernos tradicionales de tipo municipal, pero que fueron creadas por empresas. Ambas han sido nombradas entre los mejores lugares para vivir en América.

Algunas comunidades de jubilados son privadas, como Sun City, una comunidad de 37.000 personas no incorporada, ubicada a las afueras de Phoenix, desarrollada por Del Webb. Sandy Springs, GA, que durante décadas luchó contra la anexión por Atlanta, ganó fama dejando de contratar a muchos servicios gubernamentales. En Texas, se permite que los Distritos de Servicios Municipales o áreas no incorporadas que se construyen de forma privada tomen sus propias decisiones sobre la infraestructura y el uso de la tierra.

La mayoría de los ejemplos son más cotidianos y granulares. Sólo considere que los EE.UU. tiene 351.000 comunidades de propietarios, que representan el 53% de los hogares ocupados por sus dueños en el país. Esas también son comunidades privadas.

Lo que está implicado por todos estos ejemplos, estén o no vinculados a la ideología libertaria, es una pérdida de creencia en el gobierno democrático, concretamente a nivel de las grandes ciudades. En las democracias, los alcaldes y consejeros son elegidos por el pueblo y representan al pueblo en sus decisiones. Suena muy elevado.

Lo que sucede en realidad es una gobernanza defectuosa que sería previsible para los que están familiarizados con la teoría de la elección pública. Los grupos de interés (coaliciones empresariales, votantes locales, sindicatos, beneficiarios de la asistencia social, etc.) exigen sus propios favores especiales. Los políticos, deseando seguir siendo elegidos, se rinden a sus demandas ya que no suponen ningún coste para el político. Esto lleva al SPANismo (mentalidad de “Sí, Pero Aquí No”), la corrupción, la captura del regulador, los subsidios injustos y los servicios mal administrados. La entidad conocida como “el público”, que a menudo está vagamente organizada y no es tan poderosa como en conjunto de intereses, debe financiarlo todo a través de impuestos involuntarios, aunque el sistema trabaje en contra de ellos.

Esto no significa que la democracia sea un fracaso; no cuando se la compara con otros sistemas, pero la democracia todavía puede ser utilizada para pisotear los derechos del individuo. (Por eso tenemos una Constitución).

Sería bonito ver más ciudades privadas que ofrecieran una alternativa a los consumidores, especialmente si se anuncian como corporaciones pro-libertad. El argumento sería que la gente podría vivir en lugares dinámicos, pero que protegen sus libertades económicas y personales, en lugar de someter dichos derechos a los políticos.

Si la historia actual es un indicio, ciudades como esta tendrían muchos clientes.

Traducido por Lucas Russo
Revisado por Hillary Paz

Fuente: Instituto Ciencia Política (ICP)