Tuve el placer de recorrer hace un tiempo el Parque Nacional El Palmar, un paraíso de palmeras alineadas en la provincia de Entre Ríos. En él, más allá de disfrutar de las vistas de un río calmo, se ofrecen diferentes circuitos de trekking que sin ningún grado de dificultad se pueden llevar a cabo autoguiados. Haciendo el recorrido me encontré con ciertos carteles, que me pare a observar, donde se detallan sobre las especies de flora y fauna que hay en el Palmar, y cómo se cuidan y observan a los mismos. No puedo tomar un dato exacto de la cantidad de personas que caminaban a mi lado y también se paraban a leer estos carteles, pero en su mayoría nadie lo hacía. Eso me disparó a reflexionar acerca de la tecnología y las deficiencias que tiene en el ámbito turístico.
En el vasto escenario natural del mundo, donde los ecosistemas más frágiles y valiosos se entrelazan con la vida humana, las áreas protegidas en cada país actúan como custodios de la biodiversidad. Sin embargo, mientras la sociedad se sumerge cada vez más en un frenesí de actividad digital, los métodos tradicionales de control y gestión en estas áreas parecen quedarse atrás.
En las áreas protegidas, los carteles son una herramienta fundamental para educar y guiar a los visitantes, proporcionando información crucial sobre reglas, riesgos y precauciones. No obstante, estos carteles, por más informativos que sean, son estáticos y limitados en su capacidad para interactuar con los visitantes. En un mundo donde la comunicación se ha vuelto instantánea y personalizada gracias a las redes sociales y la tecnología que avanza a pasos agigantados, la pasividad de estos carteles resulta notablemente obsoleta. Los visitantes, acostumbrados a una experiencia digitalizada y dinámica, pueden pasar por alto fácilmente la información proporcionada en estos “medios de comunicación”, lo que lleva a comportamientos irresponsables y dañinos para el medio ambiente.
La preservación de las áreas protegidas se enfrenta a un desafío sin precedentes en la era digital. La sobreexplotación, la contaminación y el cambio climático son amenazas cada vez más urgentes que requieren respuestas innovadoras y adaptativas. En este contexto, la simple presencia de carteles no es suficiente para garantizar la protección y conservación de estos ecosistemas frágiles. Es hora de que nos preguntemos: ¿cómo pueden estas áreas protegidas adaptarse a la sociedad actual, donde la información fluye constantemente y las acciones son impulsadas por la inmediatez de las interacciones digitales?
Una posible solución radica en la implementación de recursos humanos de control más activos en estas áreas. Guardabosques y guías capacitados podrían desempeñar un papel crucial en la supervisión y educación de los visitantes, asegurando un comportamiento responsable y consciente. Sin embargo, esta solución presenta sus propios desafíos, como la limitación de recursos y la dificultad para cubrir áreas extensas de manera efectiva.
Es aquí donde la tecnología avanzada entra en juego. Desde sistemas de monitoreo remoto hasta aplicaciones móviles interactivas, existen numerosas herramientas tecnológicas que podrían revolucionar la forma en que se gestionan las áreas protegidas. Por ejemplo, sensores ambientales conectados a redes inalámbricas podrían proporcionar datos en tiempo real sobre la calidad del aire y el agua, alertando a los gestores de áreas protegidas sobre cualquier cambio significativo. Del mismo modo, aplicaciones móviles que utilizan realidad aumentada podrían convertir la experiencia de explorar estas áreas en una aventura educativa e interactiva, proporcionando información relevante y guiando a los visitantes de manera personalizada.
Sin embargo, la implementación de tecnología avanzada no está exenta de desafíos. La brecha digital, la privacidad de los datos y el costo de la infraestructura son solo algunas de las preocupaciones que deben abordarse de manera integral. Además, es crucial que cualquier tecnología implementada en estas áreas protegidas respete y preserve la integridad del medio ambiente, evitando cualquier impacto negativo en los ecosistemas que se pretende proteger.
La adaptación tecnológica en las áreas protegidas no debe ser vista como una amenaza a la experiencia natural, sino como un complemento necesario para garantizar su preservación a largo plazo. Los carteles estáticos pueden no hablar, pero con la ayuda de la tecnología adecuada, estas áreas pueden comunicarse de manera más efectiva con la sociedad actual, es momento de empezar a implementarlas para dejar de lamentar daños permanentes.
* Camila García Carou es Licenciada en Gestión Turística e Investigadora Asociada de la Fundación Internacional Bases
Fuente: Somos Innovación