Skype, Descansa en Paz

Así que adiós a Skype, que acaba de ser retirado por su empresa matriz Microsoft. Admito que lo usaba cada vez menos en los últimos años, pero tenía una cuenta desde la universidad. Hubo un tiempo en el que «Skype» se usaba en las conversaciones de la misma manera que ahora se usa «Zoom», para referirse a cualquier videollamada. Y durante un tiempo, en la década de los 2000, Skype fue la principal aplicación de videollamadas.

Fundada por dos desarrolladores escandinavos, Niklas Zennström, de Suecia, y Janus Friis, de Dinamarca, la versión beta se lanzó por primera vez en 2003. En la época anterior a los teléfonos inteligentes, fue revolucionario.

De repente, cualquier persona con acceso a Internet podía hacer videollamadas al extranjero de forma gratuita. Sin complicadas configuraciones de servidor, solo había que iniciar sesión. Las residencias universitarias se llenaron de estudiantes que llamaban a sus familias en sus países de origen o a amigos que estaban al otro lado del patio. Las empresas empezaron a utilizarlo para entrevistas a distancia. Los ponentes de conferencias se conectaban por Skype, con todo y la imagen temblorosa. Skype tuvo tanto éxito que solo dos años después, en 2005, eBay lo compró por 2600 millones de dólares.

Y Skype no solo servía para hacer videollamadas, sino que también se utilizaba mucho por su servicio de mensajería instantánea. En mayo de 2011, Microsoft compró Skype por 8500 millones de dólares y lo utilizó para sustituir a su Windows Live Messenger.

Skype también ofrecía otros servicios. Se podía añadir dinero a la cuenta y llamar a números de teléfono por una tarifa muy baja, mucho más barata que la mayoría de las tarifas internacionales de la época. Yo utilizaba Skype para esto cuando estaba en otros países en los que no tenía servicio de roaming o las llamadas me habrían costado una fortuna. (Todavía tengo unos pocos dólares de crédito en mi cuenta que, según Microsoft, todavía puedo utilizar para algo).

Skype permitía realizar transferencias de dinero entre usuarios y compartir archivos. Entre 2009 y 2017, incluso ofrecía puntos de acceso WiFi. Esto significaba que las personas con cuentas de Skype podían conectarse a WiFi por una pequeña tarifa.

Se trataba de una aplicación innovadora y multifuncional con millones de usuarios en todo el mundo (en 2023 todavía tenía 35 millones de usuarios diarios). Pero, a pesar de su popularidad, nunca pareció recibir la atención o la integración que cabría esperar de sus propietarios. No parecía formar parte de la suite de productos de Microsoft.

En la última década, su cuota de mercado se había visto mermada por múltiples factores. Los teléfonos inteligentes se hicieron omnipresentes, lo que significó que la mensajería se trasladó a WhatsApp o FaceTime. Los competidores en el ámbito de las videollamadas habían superado a Skype en su oferta.

Y cuando todo se cerró en la primavera de 2020 y todo el mundo necesitaba reuniones virtuales, Skype ya no era el nombre que estaba en boca de todos. No creo que me invitaran a una sola llamada por Skype durante la pandemia. Zoom predominaba, pero también estaba Google Meet, Microsoft Teams, algo llamado Blue Jeans y un par más que probablemente haya olvidado: Skype, ni rastro. Skype puede recordarse tanto como un pionero como el producto que no supo estar a la altura en el momento en que más se le necesitaba.

En cierto modo, se podría establecer un paralelismo con Sears, que contaba con la infraestructura necesaria para realizar envíos a nivel nacional gracias a su catálogo, y sin embargo no supo aprovechar la llegada de las compras online. Deberían haber estado en condiciones de superar a cualquier recién llegado al sector, pero de alguna manera Sears y otros antiguos minoristas de venta por correo se durmieron en los laureles y Amazon les quitó el negocio.

Skype fue abandonado por sus propietarios corporativos, y el ganador ni siquiera fue su propio producto (Microsoft Teams), sino un competidor del otro lado del mundo. Y este año, los titulares de cuentas de Skype (muchos de los cuales probablemente habían olvidado que alguna vez utilizaron el sitio) recibieron un correo electrónico en el que se les informaba de que el logotipo azul desaparecería para siempre. Sus dos décadas de vida vieron cómo el mundo se conectaba a Internet y, finalmente, dejaba de necesitarlo.

Llamada finalizada.

* Katrina Gulliver es la Directora Editorial en FEE. Tiene un doctorado de la Universidad de Cambridge y ha ocupado puestos docentes en universidades de Alemania, Reino Unido y Australia. Ha escrito para el Wall St Journal, Reason, The American Conservative, National Review y The New Criterion, entre otros.

Fuente: La Fundación para la Educación Económica